CIUDAD DE MÉXICO – Pola Carballo le estaba llevando una taza de café a un cliente cuando sintió que el mundo se le venía encima. Salió a la calle espantada: los edificios se estremecían, la colonia Roma, la Ciudad de México entera temblaba aquel 19 de septiembre.
“Fue un susto muy grande, uno siempre piensa que todo se va a caer. Pero recordé que en mi pueblo de la Huasteca veracruzana hacemos comunidad para ayudarnos y entretejer lazos, por eso agarré los 50 bolillos [panes] que teníamos y comencé a picarlos para repartirlos”, explica Carballo, una mujer indígena de 53 años que es la dueña de Café de Raíz, un establecimiento de la colonia Roma en Ciudad de México.
Los videos de Carballo y sus empleados repartiendo trozos de pan se hicieron virales entre la conmoción ocasionada por el sismo de magnitud 7.7. en la capital mexicana en 2022.
“La gente se acercaba para agarrar y les gustaba. Como dice la tradición: cuando te asustas pues comes un bolillo y ya se te pasa”, explica Aniceto Antonio, cocinero del Café de Raíz, que protagonizó alguno de los videos de aquel día más compartidos en las redes.
Carballo y Antonio salieron a las calles para ofrecer consuelo a los ríos de personas que deambulaban en shock por toda la ciudad con una antigua tradición que vincula los sustos con los bolillos, unos panecillos con forma de óvalo largo y corte longitudinal, dorados y crujientes por fuera y con un corazón blanco y suave.
“Creo que más allá de simplemente comer pan después del temblor, o de un gran susto, más bien lo ofrecemos como una ofrenda de paz y calma. Es como el pan de la comunión, de la salvación. Siento que buscamos algo que nos rellene con un poco de paz, así sea metafórica”, explica el escritor mexicano Alonso Ruvalcaba.
En México es común que, cuando alguien afronta una situación muy estresante, como una mala noticia, un accidente o, por supuesto, al escuchar una alerta sísmica, se le aconseje que se coma “un bolillo pa’l susto”, una tradición enraizada en los consejos de las abuelas.