Tapachula, Chiapas – Apenas iniciado el año, una nueva caravana migrante partió el 2 de enero desde el sur de México con destino a los Estados Unidos. Cientos de personas, provenientes en su mayoría de Centroamérica, pero también de países como Venezuela, Haití y Cuba, se congregaron en Tapachula, Chiapas, para emprender un recorrido lleno de desafíos con la esperanza de alcanzar el sueño americano.
Este movimiento masivo se da en un contexto político crucial, ya que Donald Trump, presidente electo de los Estados Unidos, asumirá su segundo mandato el próximo 20 de enero. Entre los migrantes existe un creciente temor a las estrictas políticas migratorias que su regreso podría imponer, lo que ha provocado un sentido de urgencia para llegar a la frontera antes de esa fecha.
El viaje: incertidumbre y esperanza
La caravana, compuesta por familias enteras, jóvenes y adultos mayores, salió con lo poco que pudieron cargar. Muchos señalaron que decidieron unirse al grupo tras meses de espera en Tapachula, donde el acceso a permisos de tránsito y oportunidades laborales es limitado.
“Nos estamos arriesgando porque sabemos que más adelante será aún más difícil cruzar. No queremos esperar a que cierren las puertas por completo”, señaló María López, madre hondureña que viaja con sus dos hijos.
El grupo avanza por la carretera hacia Huixtla, escoltado ocasionalmente por autoridades mexicanas que monitorean la marcha. Organizaciones humanitarias también han acompañado el trayecto, ofreciendo alimentos y asistencia médica básica. Sin embargo, las condiciones son complicadas: calor extremo, falta de agua y largas caminatas ponen a prueba la resistencia de los participantes.
Impacto político y social
Analistas coinciden en que el regreso de Trump a la Casa Blanca será un factor determinante en la crisis migratoria. Durante su primer mandato, implementó medidas como el programa “Quédate en México” y limitó el asilo político, dejando a miles de personas varadas en territorio mexicano.
“Esta caravana refleja un fenómeno global: las políticas restrictivas no detienen la migración, solo la hacen más peligrosa”, comentó Belén Zapata, experta en migración y derechos humanos.
Mientras tanto, el gobierno de México enfrenta una presión creciente para controlar estos movimientos, en parte por los acuerdos migratorios establecidos con Estados Unidos.
Lo que viene
El futuro de esta caravana es incierto. A medida que se acercan a la frontera norte, las posibilidades de detenciones, deportaciones y enfrentamientos aumentan. Sin embargo, los migrantes afirman que no tienen otra opción.
“Preferimos morir intentando que quedarnos a morir de hambre o violencia en nuestros países”, dijo Carlos Hernández, un joven salvadoreño.
Por ahora, el éxodo continúa, marcando el inicio de un 2025 que promete estar lleno de desafíos para las políticas migratorias en la región.
Imágen cortesía: La Jornada
