Caracas/Miami, 27 de marzo de 2025 – Frizgeralth Cornejo, un venezolano de 27 años, fue deportado de Estados Unidos al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) en El Salvador, acusado de pertenecer al Tren de Aragua por dos tatuajes que, según su familia y su tatuador, no tienen relación con la banda criminal. El caso, que involucró su detención tras una cita de CBP One en junio de 2024 y su expulsión en marzo de 2025 junto a más de 200 compatriotas, ha desatado críticas sobre el uso de tatuajes como evidencia por parte de las autoridades migratorias estadounidenses.
Cornejo llegó a la frontera de EE.UU. el 19 de junio de 2024 con su novia y su hermano, pero quedó detenido tras ser interrogado sobre sus tatuajes: una rosa en el cuello y un querubín con una flor y un arma en el pecho. Nueve meses después, bajo la Ley de Enemigos Extranjeros impulsada por la administración de Donald Trump, fue enviado al Cecot, una megaprisión salvadoreña conocida por albergar a pandilleros de grupos como la MS-13 y Barrio 18. Su familia asegura que nunca tuvo oportunidad de defenderse.
Los tatuajes que cambiaron su vida
Pedro Freites, el tatuador que marcó la piel de Frizgeralth en Caracas, explicó a Univision Noticias que los diseños no tienen trasfondo delictivo. “La rosa se la hice porque la vio en Justin Bieber y le gustó. El querubín era moda, no significa nada más”, afirmó Freites, quien lleva ocho años en el oficio y ha tatuado más de 200 rosas a sus clientes. Otros diseños en el cuerpo de Frizgeralth, como una flor de loto con la fecha de cumpleaños de su madre o constelaciones en el brazo, también fueron ideas espontáneas entre amigos.
Sin embargo, las autoridades de inmigración de EE.UU. interpretaron estas marcas como indicios de afiliación al Tren de Aragua, una organización criminal venezolana designada como terrorista por Trump en 2024. Tras ocho meses en un centro de ICE en Louisiana, Frizgeralth expresó su miedo en mensajes a su familia: “A los venezolanos nos tienen como Tren. Tengo miedo de lo que puedan hacer conmigo”. El 15 de marzo, habló con ellos por última vez, creyendo que lo deportarían a Venezuela. En cambio, terminó en el Cecot.
Una familia en shock y sin respuestas
Juan Carlos Cornejo, padre de Frizgeralth, describió a su hijo como un joven trabajador que mantenía a sus padres con una tienda virtual de ropa en Venezuela. “Hacerse tatuajes no es un delito”, dijo a Univision, lamentando la estigmatización de los venezolanos. Un certificado de antecedentes penales, solicitado por la familia, confirma que Frizgeralth no registra delitos en Venezuela hasta diciembre de 2024, pero no pudo presentarlo ante las autoridades estadounidenses.
La familia, dividida entre Caracas y Memphis, vive sumida en la depresión. “No tengo fuerzas para continuar”, confesó uno de sus hermanos. Su madre, con problemas cardíacos, aún cree que su hijo será deportado desde EE.UU. El Departamento de Seguridad Nacional no respondió a las consultas de Univision sobre el caso.
Polémica por las deportaciones y el uso de tatuajes
El gobierno de Nicolás Maduro calificó la expulsión de 238 venezolanos al Cecot como un “secuestro” y negó que sean miembros del Tren de Aragua, mientras un bufete contratado por Caracas presentó un amparo ante la Corte Suprema de El Salvador. Por su parte, EE.UU. intensificó su lucha contra el crimen transnacional, pero expertos y tatuadores como Freites cuestionan la identificación basada en tatuajes. “Flores, coronas, querubines son comunes en Venezuela. No son emblemas de bandas”, afirmó.
El caso de Frizgeralth pone en el foco las políticas migratorias de la administración Trump y su alianza con El Salvador, que ha recibido millones de dólares para acoger deportados. Mientras, su familia espera respuestas y él permanece en una de las cárceles más temidas de la región, atrapado por unas marcas que, según quienes lo conocen, solo reflejan moda y amistad.
Imágen cortesía: BBC